Correr, saltar, jugar, esconderse, volver a casa. Esa es una de las tantas secuencias que cualquier hombre o mujer mayor de treinta años hizo cuando era chico y era logico que lo hiciera porque en las decadas del noventa, del ochenta, del setenta, del sesenta o del cincuenta (para no ir mas atras) no existia la computacion y uno se divertia con amigos de su edad en la calle.
Por supuesto, estar en la calle no era tan peligroso como ahora, por ese motivo, normalmente despues de comer se salia afuera para reirse, para divertirse, para compartir buenos momentos con vecinos o con parientes -primos generalmente- que habian venido de visita y no conocian la ciudad.
En grupo, los chiquillos de esa epoca sentiamos que debiamos comernos al mundo y por eso corriamos de aqui para alla, sin cansarnos nunca, deteniendonos solo a descansar a esa hora en la cual la sed nos vencia -correr da sed, estar sentado frente a un ordenador no, o no tanta- y saliamos a comer ricas naranjas, naranjas cultivadas por nuestros padres, abuelos y vecinos.
Hoy, sin embargo, los niños no saben lo que es un el sabor de una verdadera naranja porque no las han probado. Por supuesto, existen mercados, mercados que tienen naranjas, naranjas que parecen brillantes y ricas pero, al probarlas, lo que descubre el consumidor es que saben... a nada.
La razon esta en la gran cantidad de productos quimicos que le ponen las empresas para hacerlas mas vistosas pero no mejores.
Por esa razon, los jovenes agricultores de naranjas de Valencia decidieron comercializar sus propios productos naranjas tan grandes y dulces que son el sueño prohibido de todo niño; naranjas de Valencia similares a las narradas por Bradbury solo que aquellas existian en el papel y estas en la realidad, disfrutable y mordible realidad.
Para comprar naranjas valencianas verdaderas, tan inmensas como sabrosas, solo ingrese al sitio web de estos jovenes agricultores: http://www.naranjasdelmijares.com/
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